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La regatista argentina Eugenia Bosco, medallista olímpica y panamericana, denunció por abuso sexual a su exentrenador, Leandro Tulia, quien fue separado del puesto que ocupaba desde hacía 20 años en el Yacht Club de Olivos. Después de la presentación judicial de la deportista, otras tres mujeres lo acusaron por el mismo delito.
“Pasé por mil etapas de vergüenza, de no aceptarlo, de pensar que yo era la culpable. Después de un tiempo lo puse en la mesa y dije: ‘Yo era chica, no tenía el control de esta situación’”, contó a LA NACION Bosco, que hoy tiene 27 años, y que en 2024 ganó junto a Mateo Majdalani la medalla de plata en la categoría Nacra 17 de los Juegos Olímpicos de París. En 2023, además, logró el oro en los Juegos Panamericanos, competición donde ya se había llevado la plata en 2019.
Los hechos que Bosco elevó ante la justicia y eligió compartir a través de su testimonio con LA NACION ocurrieron hace cerca de 15 años, cuando competía en Optimist, la clase formativa de vela: “No sé cómo explicarlo, pero fue algo que pasó, que no lo controlé. Tenía 11 ó 12 años”.
“Fue cuando empecé a viajar a Buenos Aires. Es una edad en la que empezás a clasificarte a campeonatos, a viajar sola, a tener un grupo donde te mezclás mucho”, contó. Oriunda de San Pedro, Bosco viajaba todos los fines de semana para entrenar, a veces con su hermano Santiago —dos años mayor y con el que llegó a disputar un Mundial en 29er—, y otras veces sola.
“Éramos un grupo grande que se quedaba a dormir en el mismo lugar, todos bajo el cuidado de esta persona”, recordó en el reportaje con LA NACION. “Era un pequeño mundo. Que al final, cuando sos niño, es muy divertido porque estás con tus amigos, estás en un ambiente que creés que controlás, digamos, porque estás en un club, te sentís cuidada y sobre todo tus papás confían y te dan esa confianza de quedarte a dormir ahí”.
Pero, también existía una vulnerabilidad en ese ambiente. “Nosotros hacemos un deporte al que le dedicamos muchas horas. Yo iba todos los fines de semana y a eso le sumaba quedarme a dormir, así que eran muchas horas y mucha responsabilidad de esa persona de estar al mando de nosotros”.
“Siempre se dio en ese ámbito, en el círculo de este club. Se generan cosas en un pequeño círculo que quizás nosotros no controlábamos y esa persona lo tenía muy controlado”, señaló la regatista. El Yacht Club Olivos, institución a la que hace referencia Bosco, licenció a Tulia, empleado por más de 20 años y que durante un tiempo vivió en las instalaciones, a raíz de las denuncias. Por otro lado, a través de su Comisión Directiva, se declararon “neutrales” en la disputa.
Aunque el exentrenador no respondió a los contactos de LA NACION, su abogado, Daniel Marino Mazzocchini, sí lo hizo. El letrado se contactó con este medio y resaltó la inocencia de su cliente: “Son hechos que datan de hace mucho tiempo, están prescritos, por lo que la causa naturalmente va a desenvolver en un sobreseimiento. No son abusos que revistan una entidad suficiente para generar un escándalo”, sostuvo. A su vez, resaltó que Tulia no fue echado, sino que está de licencia y que ya no vive en las instalaciones del club.
Al momento de denunciarlo públicamente, Bosco contó por qué no pudo exteriorizarlo antes: “En el momento no sos consciente de todo lo que estás viviendo, pero esa persona generaba ese silencio de grupo y que vos no le contaras a tus padres. Lograba que todos cumpliéramos con ese compromiso de ‘somos esto, somos un equipo, lo que pasa acá queda acá’, decía. Son situaciones que no las querés compartir, o tus padres te preguntan y no querés compartir con ellos…”
Pero, además, señala que el miedo de denunciarlo estaba aparejado con el de perder acceso a su deporte: “Por seguridad, por no querer dejar de ir al club, de compartir con mis amigos. Todo se me borró. Es como que lo agarrás y ‘adiós’”.
El momento de quiebre, contó, fue cuando vio el documental Atleta A, una producción de Netflix que cuenta relatos y testimonios de las víctimas del doctor Larry Nassar, médico del equipo olímpico estadounidense que abusó de más de 300 atletas durante década: “No podía creer lo que veía, y lloraba. Se me desbloqueó el recuerdo. Pensaba: ‘Esto me pasó a mí’”.
A partir de entonces decidió a avanzar con una denuncia judicial, que quedó radicada en la UFE Género de Vicente López, a cargo de la fiscal Lida Osores Soler: “Me acuerdo de que la noche anterior a hacerla no paraba de llorar. No podía, realmente. Y al día siguiente me acompañaron mis padres y fue muy liberador, muy sanador. Desde ahí me sentí poderosa, es una sensación muy linda, encima con todo el momento [deportivo] que estoy viviendo. Esa sensación fue muy sanadora”.
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