En 1999, Brasil atravesó una de las peores crisis económicas de su historia, provocada tanto por diversas crisis de otros países como por decisiones políticas internas y una inflación que no paraba de crecer.
Esta situación fue denominada Crisis Capirinha, siguiendo a la famosa Crisis del Tequila, para entender que la economía brasileña estaba tambaleante, al igual que un borracho. Por otra parte, esta crisis afectó a sus países vecinos, principalmente a Argentina.
Preocupante: la economía de Brasil creció menos de lo esperado en tercer trimestre
Así estaba Brasil antes de la Crisis Caipirinha
En las décadas de 1980 y 1990, Brasil sufría de una inflación alta y devaluación de su propia divisa, que se intentó regular con cambios de diversas monedas nacionales, lo cual terminó generando desconfianza en los agentes internacionales.
Así fue como finalmente se llegó al real, la moneda actual de Brasil, que reemplazó en ese entonces al cruzeiro y al cruzado.
Sin embargo, el golpe final lo recibió de afuera, ya que la crisis se originó por la caída de otros países, como fue el caso de México y Rusia, con su denominado efecto Vodka, producto de la crisis financiera de los países asiáticos que comenzó en 1997.
Qué fue la Crisis Caipirinha
Así llegó 1999, un año en el que el presidente de aquel entonces, Fernando Henrique Cardoso, tomó la decisión de devaluar el real con respecto al dólar. Esto se hizo con el objetivo de aumentar la competitividad de los productos brasileños.
Pero todo empeoró; fuga de capitales, caída del nivel de actividad y cuentas públicas en rojo. Y es más: la crisis provocó un efecto rebote en Argentina, donde cayeron las exportaciones a Brasil y tuvo un impacto negativo en la economía local.
Crisis Caipirinha: las consecuencias en Argentina
Argentina fue la pieza siguiente del dominó económico que arrasaba en todo el mundo. De hecho, debido a la Crisis Caipirinha, sectores como los de automotores, textiles, calzado, lácteos, maquinaria eléctrica, plásticos, frutas frescas y neumáticos fueron terriblemente afectados, ya que dependían del mercado brasileño.
La caída de la actividad provocó un aumento del déficit fiscal, y ninguno de los presidentes argentinos de aquella época –Carlos Saúl Menem (1989-1999) y Fernando De La Rúa (1999-2001)– devaluaron el peso, lo que concluyó en la crisis del 2001.