Desde que Milei llegó a la Rosada, nunca pudo juntar los votos que necesita para gobernar tranquilo. Con apenas 39 diputados y 6 senadores propios, siempre tuvo que salir a mendigarle apoyo a la UCR, el PRO, algún sector del peronismo y a los bloques provinciales para poder sacar leyes como la Ley Bases, el ajuste fiscal y el DNU 70/2023. Pero en los últimos meses, la cosa se le complicó: la oposición empezó a ganar terreno y logró aprobar proyectos como el aumento a las jubilaciones, la prórroga de la moratoria previsional y la declaración de emergencia en discapacidad y en el Hospital Garrahan. Claro, después Milei vetó todo desde el Ejecutivo, mostrando su desprecio por las necesidades populares.
Estas derrotas en el Congreso no son casualidad. La bronca en las calles y la presión de las luchas sociales, sumadas al año electoral, le dieron fuerza a la oposición para imponer su agenda tanto en Diputados como en el Senado. Hubo muchos y muchas que se dieron vuelta y ahora se muestran «arrepentidos» de cara a las elecciones. Una chantada: son los que dieron los votos para la Ley Bases y otras normas.
En la Cámara baja, el oficialismo quedó en minoría en cuatro de las últimas cinco sesiones, y en el Senado le rechazaron pliegos para la Corte y le aprobaron leyes de emergencia y coparticipación. Mientras tanto, siguen avanzando proyectos para frenar los ataques al INTA y para mejorar el presupuesto universitario, mostrando que la pelea contra el ajuste sigue viva.
El Gobierno, que está jugando todas sus fichas para que no se le caiga el brutal ajuste y el objetivo de déficit cero, decidió frenar a la fuerza el funcionamiento de comisiones clave como la de Presupuesto y Hacienda. Sin embargo, la oposición no se quedó quieta: avanzó con dictámenes y empezó a tejer nuevas alianzas. En este escenario, la reunión de este martes a la noche en Olivos se vuelve fundamental para que Milei trate de poner orden entre los suyos. El presidente busca evitar que la mayoría opositora saque leyes que después tenga que vetar, lo que lo dejaría cada vez más expuesto y con un costo político que no para de crecer.
El viernes pasado, Milei salió en cadena nacional a dejar en claro que no piensa dar ni un paso atrás. Dijo sin vueltas: “si quieren volver atrás me van a tener que sacar con los pies para adelante”. Con ese tono, anunció más medidas para asegurar el ajuste y el equilibrio fiscal. La jugada del Gobierno es cerrar filas, apretar a los propios y negociar con los gobernadores para que los vetos no se le caigan, mientras sigue descargando el ajuste sobre el pueblo trabajador.
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¿Pero qué implican estos vetos en la vida real? Básicamente, el Gobierno le pone un freno a cualquier mejora para los jubilados que cobran la mínima, las personas con discapacidad y quienes dependen del sistema público de salud. Al bloquear la recomposición de las jubilaciones, la moratoria previsional y las emergencias en discapacidad y salud, Milei deja en claro que lo único que le importa es mostrarle números lindos al FMI, aunque eso signifique dejar a miles en la lona. Por ejemplo, la ley que vetaron iba a dar un aumento del 7,2% más un bono de $110.000 para los jubilados, y la emergencia en discapacidad junto con la extensión de la moratoria previsional hubieran sido un respiro para un montón de familias que la están pasando mal.
El mensaje es clarísimo: el ajuste lo pagan los de abajo, mientras que los de arriba, los grandes empresarios y el campo, siguen llevándose la parte del león. Los vetos de Milei son una transferencia brutal de plata de los que menos tienen a los que más concentran, profundizando la brecha y dejando a la buena de Dios a quienes necesitan del Estado para sobrevivir. Así, el Gobierno sigue gobernando para los ricos y ajustando a los de siempre.