Rebelión en la granja de datos

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Las cámaras de eco que nos rodean en las redes sociales se fortalecen y las consecuencias atraviesan la conversación pública, hoy dictada por algoritmos

19/09/2025 – 19:16hs

Hiperconexión e información infinita generan una diversidad de miradas cada vez más escasa. Tendría que funcionar al revés. Pero no. Lo asumimos y aceptamos más allá de los riesgos. En Latinoamérica cinco de cada diez ciudadanos se encuentra con noticias falsas casi todos los días y, en Argentina, más de la mitad de esas personas reconoce que ante la duda no invierte tiempo en verificarlas. Su calidad es relativizada siempre y cuando refuercen las ideas previas del usuario. Eso es lo que se recompensa actualmente en las redes sociales y, en base a esa tendencia, lo que el bendito algoritmo estimula. Es también lo que nos priva de incorporar otros matices.

El riesgo no está solo en la incapacidad de ampliar la mirada, sino en el modo en que esas burbujas de contenido se repiten a sí mismas en un bucle interminable, generando lo que se define como cámaras de eco, esos espacios donde se cree estar informado, pero en los que apenas se aporta un reflejo. El propio. El término tiene más de veinte años, pero en pleno auge de la inteligencia artificial encuentra mecanismos más sutiles y personalizados de expandirse. Es él, o uno de los, fenómenos que mata la conversación pública. In extremis desgasta la democracia porque rompe puentes y la posibilidad de acuerdos.

La granja descrita no es exclusivamente argentina ni se busca introducir el concepto de cara a una secuela de Homo Argentum. En Estados Unidos, un 62% de los adultos obtiene noticias a través de estos canales y prioriza el seguimiento de personas con puntos de vista similares a los suyos en sus interacciones online afirmando que sus contactos con quienes tienen opiniones opuestas son «estresantes y frustrantes» (Pew Research). «¿Por qué ir en contra de mi feed?», podrían preguntarse. Seguimos volando.

En Brasil, donde más de 140 millones de personas usan RRSS (DataReportal), investigadores ya documentaron como líderes políticos y cuentas partidistas difundieron mensajes antivacunas durante la pandemia y construyeron así comunidades virtuales impermeables a la evidencia científica. Asimismo, papers auditados por la Comisión Europea señalan cómo la IA aplicada a las redes puede poner en riesgo la capacidad deliberativa y fomentar una conversación pública fragmentada en compartimentos que rara vez se cruzan.

Estamos radicalizando posturas y reforzando una falsa creencia: que la mayoría delas personas piensan como nosotros. El algoritmo premia afinidad. Hacernos creer que tenemos razón nos retiene, nos motiva y nos impulsa a seguir scrolleando en busca de nuevas publicaciones que, por supuesto, van en la misma dirección. Es el juego y la prioridad de las plataformas y no sería un problema si únicamente incidiera en el consumo de bienes o publicidades comerciales.

En este aislamiento se ven abordadas cuestiones como el cambio climático, los conflictos migratorios, la libertad de expresión, la salud pública y, como ya se ha expresado, la democrática. Los datos obtenidos por Voices hace dos años y citados al comienzo de este artículo ya marcaban que un 70 % de los argentinos consultados cree que la desinformación incrementa la polarización y debilita los procesos electorales. Pero sigue: un 44 % declaró sentirse abrumado por la proliferación de fake news y, por ello, en muchas ocasiones directamente evita leer o escuchar noticias. Es decir, el exceso de información tóxica empuja a una mayoría al desinterés, a una peligrosa apatía.

Volvemos así a las altas chances de quedar expuestos a percepciones falsas con datos sin contraste y paralelamente volvemos a Hannah Arendt, quien hace ya unas cinco décadas advirtió que el resultado de una sustitución coherente de la verdad por mentiras noes que se acepten las mentiras como verdad, sino que se destruya la facultad de orientarse en el mundo. Esa desorientación crece y está representada en un mapa social y global conformado por islas que ya no dialogan, donde prosperan los extremos y lo viral se vuelve real por repetición.

La combinación de factores configura un escenario preocupante, el cual fue retratado en este mes en la última Cumbre Global de Desinformación. A la complejidad deacceder a perspectivas diversas se suma un menor interés en hacerlo. Es necesario un esfuerzo porque en piloto automático el algoritmo nos dejará en nuestra zona de confort y decidirá por nosotros.

El célebre escritor británico que tanto advirtió sobre la vigilancia y el lenguaje manipulado podría haber visto en las redes sociales el rostro amable de esamaquinaria que nos observa y, al mismo tiempo, nos susurra qué pensar, hasta confundir la libertad con la obediencia. El cruce informativo y digital debe existir. La rebelión está a un doble click.

*El autor es licenciado en Comunicación Social y Posgrado en Comunicación Política – Director de Información gubernamental de la Ciudad de Buenos Aires

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