El pacto entre Estados Unidos y China transforma en sus raíces el sistema mundial

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Donald Trump señaló que se firmó un acuerdo con China que establece los trazos fundamentales de la relación entre las dos superpotencias. Esto ocurrió cuatro semanas después de que mantuviera una conversación telefónica de una hora y media de duración con Xi Jinping.

El acuerdo crucial entre Trump y Xi Jinping fue profundizado en el Pacto de Ginebra por Scott Bessent y He Lifeng y ahora este acuerdo trascendental ha adquirido un carácter formal en la reunión de Londres.

La relación entre EE.UU. y China tiende a transformarse, en síntesis, en una asociación. Deja atrás un necesario carácter antagónico y se convierte en una búsqueda de soluciones a la ecuación básica y estructural de las dos superpotencias, sobre todo en materia de ahorro e inversión.

Las dos medidas fundamentales del pacto formal de Londres son iniciativas de creación de confianza altamente reveladoras: la República Popular se compromete a acelerar las exportaciones de “tierras raras” a EE.UU, cuya particularidad es que admiten un uso dual, tanto civil como militar.

Por su parte EE.UU. levantaría las medidas restrictivas tomadas contra China en lo que se refiere a la transferencia de la alta tecnología estadounidense, como es el caso de los productos de avanzada de Nvidia.

El vínculo entre China y EE.UU. se caracteriza por los siguientes datos: el PBI manufacturero representa 16% del PBI mundial, pero la manufactura china asciende a 28% del total, mientras que la de EE.UU es sólo 11%.

En breve, EE.UU. será el país del G7 con menos producción manufacturera, en tanto que la República Popular es la mayor potencia manufacturera del mundo. Esta pauta estructural sucede en una economía global absolutamente integrada por la revolución de la técnica.

En materia de consumo ocurre exactamente lo contrario: representa 72% del PBI global, pero trepa a 82% en EE.UU. y sólo a 53% en China.

El PBI chino asciende a 19% del PBI global, pero es 29% del PBI manufacturero, en tanto que se reduce a 13% del consumo mundial.

En EE.UU. el PBI representa 26% del PBI global, pero sólo alcanza a 16% de la manufactura del mundo, en tanto que trepa a 28% del consumo internacional.

Este es el mayor desequilibrio de la economía de nuestro tiempo, y representa una pauta decisiva del actual sistema global, ahora guiado en forma instantánea por la Inteligencia artificial.

Dice Michael Pettis que el auge de la manufactura en un país determinado depende de la magnitud de su superávit comercial. Esto está unido por necesidad con un bajo y persistente nivel de consumo.

Agrega Pettis que para revertir esta situación es preciso modificar los flujos del comercio internacional, lo que requiere transformar la ecuación entre ahorro e inversión de las dos mayores economías del mundo. Pero el énfasis primordial debe colocarse en la República Popular, que dispone de un extraordinario superávit comercial y de cuenta corriente de U$S 1 billón en 2024 / 13% del PBI.

Estos datos estructurales revelan la vigencia plena en China de una máquina imparable de manufactura exportadora que inunda los mercados del mundo y amenaza destruir a las industrias nacionales.

Este hecho central de la época va acompañado de un corolario necesario: la hazaña histórica de revertir esta situación sólo puede realizarse por la acción cooperativa y conjunta de las dos superpotencias, EE.UU. y China. Lo asombroso es advertir que es ésto precisamente lo que está ocurriendo en este momento por la decisión lúcida y valerosa de Donald Trump y Xi Jinping, ejecutada a partir de la Cumbre de Ginebra por Scott Bessent y He Lifeng. “Tener fe es ser capaz de ver al mundo como un sistema de fuerzas”.

Lo que está en juego en este momento es un cambio de fondo en las reglas de juego del comercio internacional, con el objetivo explícito de integrar profunda e irreversiblemente a las dos mayores economías del mundo y, de esa manera, desatar las inmensas potencialidades de la Inteligencia artificial.

Todo indica que estamos en una nueva época histórica basada en la vigencia estratégica del principio de la instantaneidad, lo que desecha como un anacronismo las referencias al espacio o al tiempo.

Trump viajaría a principios de 2026 a China y recibiría en la segunda parte del año a Xi Jinping en Washington.

De acá a entonces las dos superpotencias deberían resolver los trazos fundamentales de dos pactos centrales, para transformar la ecuación económica de ahorro e inversión de las dos superpotencias, probablemente en la forma de un nuevo acuerdo de Breton Woods. Luego, lo verdaderamente decisivo y trascendental, es una asociación de alta tecnología, quizás organizada bajo la forma de un consorcio constituido entre Nvidia, DeepSeek, Alibaba, Google, y Huawei para explotar todos juntos el inmenso universo que abre la Inteligencia artificial.

“El mundo apunta a la síntesis y a la fusión. Ha llegado la hora de la unificación. El mundo tiende hacia un orden planetario”, dice Ernst Jürgen.

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