José María Rodríguez Saráchaga, analista político y especialista en comunicación, analizó en diálogo con Canal E por qué gran parte de la dirigencia no logra conectar con los votantes más jóvenes ni con la lógica de las plataformas digitales.
La política vieja ante un votante nuevo
“Hace dos años dije que el PRO no tenía futuro; lo iba a absorber La Libertad Avanza”, recordó el entrevistado con contundencia. En su visión, parte del desconcierto actual de la política se debe a que “no entienden que los tiempos cambiaron”. Según el consultor, muchos dirigentes siguen comunicando como hace 60 o 70 años, con lógicas que ya no aplican al ecosistema digital actual.
“No hay más medios dominantes. Avísenles que Tinelli no mide 48 puntos, que no necesitás ir a Gran Cuñado para posicionarte”, lanzó con ironía. Para Saráchaga, conceptos como “imperialismo” o “hegemonía mediática” están completamente fuera de radar para los jóvenes. “Todos los chicos se educan en YouTube, no ven televisión, no leen diarios”, señaló, agregando que los intentos por manipular la narrativa a través de los viejos canales ya no surten efecto.
Incluso los temores sobre la inteligencia artificial están desfasados: “Los pibes se dan cuenta al instante si es un fake, si es un IA”, remarcó. “Los subestiman cuando creen que no distinguen un montaje. Y ellos son la mayoría del padrón”, agregó.
La educación ya no tiene cánones, y la comunicación tampoco
“Hoy no existen los cánones educativos. Cada chico tiene su propia formación e intereses”, explicó Saráchaga al relatar cómo cambió la lógica de aprendizaje. Desde las referencias culturales hasta el modo de informarse, todo es distinto: “Si les hablás de De la Rúa o los perros de Pavlov, no tienen idea quiénes son. Y no les molesta no saber”.
La fragmentación también afecta la comunicación. “Antes todos veíamos lo mismo. Hoy cada nene ve su canal en YouTube. Ya no hay comunidad educativa ni factor común”, señaló, destacando que esto obliga a repensar por completo la forma de comunicar en política.
En ese sentido, relató una experiencia personal: “Nuestro Instagram tenía 80 mil seguidores, pero lo llevamos a 350 mil cuando entendimos que la gente busca dopamina, entretenimiento”. Saráchaga asegura que el contenido político no debe ser ridículo ni vacío, pero sí debe insertarse dentro de una lógica más emocional y menos académica.
“Entre un video serio y uno que entretiene, siempre gana el que libera dopamina. Pero cuidado: hacer payasadas no suma votos, suma vistas para reírse de vos”, advirtió. El desafío, entonces, es entender “el algoritmo de las plataformas y el algoritmo de la gente”.
Para Saráchaga, comunicar hoy requiere más que ideas: exige entender los códigos culturales y tecnológicos de una generación completamente distinta. La vieja política, insiste, aún no está lista para ese salto.