Diego Spagnuolo ocupa hoy uno de los cargos más sensibles de la administración pública: la conducción de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Su llegada, apadrinada directamente por Javier Milei, estuvo acompañada de la promesa de «ordenar» una estructura que desde hace años arrastra problemas de gestión y cuestionamientos por irregularidades.
Desde el inicio, su estilo confrontativo se transformó en marca registrada. A diferencia de otros funcionarios, Spagnuolo no eludió el choque con sindicatos, con agrupaciones de familiares y con organizaciones de la sociedad civil, a las que acusa de “intermediarios” que traban el funcionamiento del Estado.
Ese mismo perfil lo convirtió en un blanco de críticas crecientes. Trabajadores del organismo, legisladores opositores y entidades ligadas a la discapacidad lo acusan de aplicar políticas “deshumanizadas” y de centralizar las decisiones sin dar lugar al diálogo. Las denuncias de maltrato y persecución laboral también se sumaron al malestar.
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Dentro del Gobierno, sin embargo, su figura es vista con otros ojos. Para el círculo íntimo de Milei, Spagnuolo es uno de los pocos capaces de llevar adelante una polémica tarea: recortar gastos y desarmar estructuras “capturadas” por la política, aun al costo de ganar enemigos. Ese respaldo político explica por qué, pese a la controversia, su lugar nunca pareció en riesgo.
Ejemplos sobran. Uno de ellos, relacionado con Ian Moche. El hecho ocurrió durante un encuentro con Marlene, madre del joven activista con autismo. En su momento, la mujer denunció públicamente que Spagnuolo le dijo: «Si vos tuviste un hijo con discapacidad, ese es problema de la familia, no del Estado. ¿Por qué yo tengo que pagar peaje y ustedes no?».
Más recientemente, se viralizaron audios de Spagnuolo que, de chequearse su identidad, lo dejarían en una situación muy complicada: “Hablé con el presidente y le dije: ‘Están choreando, te podés hacer el boludo, pero no me tiren a mí este fardo. Llega a haber algún quilombo y no me cuidan, tengo todos los WhatsApps de Karina”.
El funcionario suele reivindicar una lógica de gestión “sin concesiones”, que presenta como el único camino para transparentar el manejo de fondos. Pero ese estilo choca con testimonios de beneficiarios que aseguran haber quedado desprotegidos y con ONG que denuncian una caída en la calidad de la atención.
Así, Spagnuolo quedó en el centro de una pulseada: entre la promesa libertaria de “achicar el Estado” y la urgencia social de atender a uno de los sectores más vulnerables. Su destino, como el de la ANDIS misma, parece atado al rumbo que tome el Gobierno en la puja entre austeridad y derechos.
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El camino hasta la ANDIS
Antes de su desembarco, Spagnuolo venía de una trayectoria ligada a la gestión privada y a la asesoría política. Sus vínculos con referentes libertarios lo posicionaron como un aliado confiable para Milei, que buscaba “compinches” con lealtad personal más que con carrera en la administración pública.
En la campaña, su rol fue de bajo perfil, pero decisivo. Coordinó equipos técnicos que delinearon las bases del plan de reforma del Estado en el área social, lo que lo dejó en una posición privilegiada a la hora de repartir cargos tras la victoria electoral.
Ese recorrido lo llevó a la conducción de la ANDIS con un doble mandato: achicar gastos y exhibir resultados rápidos. Dos tareas que, en un organismo con fuerte exposición pública, lo pusieron inmediatamente bajo la lupa.
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Un estilo que divide aguas
Spagnuolo no parece dispuesto a suavizar las formas. Sus intervenciones públicas suelen estar cargadas de frases tajantes, que sus seguidores leen como señales de firmeza y sus detractores como muestras de autoritarismo.
Entre pasillos, es común escuchar que “Spagnuolo no negocia”. Esa imagen se potencia con la denuncia de sindicatos y ONG que lo acusan de avanzar sin diálogo, recortando programas y alterando la relación histórica entre el Estado y las familias de personas con discapacidad.
Pese a todo, mantiene el respaldo del Presidente y de su círculo más cercano, lo que alimenta la idea de que su continuidad no depende del consenso social, sino de su utilidad dentro del proyecto político de Milei.
TC